A lo largo de la historia del fútbol, Italia y Alemania han sido referentes tácticos. Sin embargo, en las últimas décadas, ambas selecciones se desviaron de sus estilos característicos, siguiendo modas en lugar de marcarlas. En junio de 2025, es evidente un renacimiento táctico. Ambas naciones están reconstruyendo desde dentro, adaptándose a las exigencias modernas sin abandonar sus raíces.
Luciano Spalletti ha aportado una visión clara a la selección italiana. Alejándose del bloque defensivo rígido que durante años caracterizó a la Azzurra, su propuesta combina el juego posicional con transiciones verticales rápidas. Esta mezcla conserva la disciplina defensiva italiana y permite esquemas ofensivos más dinámicos.
El trío del mediocampo gestiona el ritmo del juego gracias al posicionamiento y las rotaciones. Italia se adapta al rival, alternando entre un 4-3-3 compacto y un 3-5-2 flexible para la salida de balón. Esta dualidad estructural hace que el equipo sea impredecible pero estable.
La inclusión de centrales como Alessandro Bastoni, hábiles con el balón, y la irrupción de carrileros como Destiny Udogie marcan el giro moderno. La estrategia se basa en la herencia táctica, pero responde al alto ritmo del fútbol contemporáneo.
Nicolò Barella y Sandro Tonali son pilares de esta transformación. Su capacidad para leer el juego, recorrer espacios y avanzar con el balón fortalece el control en la medular. Gianluca Scamacca encarna al delantero físico y técnico que encaja en el modelo de Spalletti.
Federico Dimarco aporta amplitud y creatividad, actuando como extremo pese a su rol defensivo. Estos jugadores no sólo son tácticamente versátiles: transmiten los valores tradicionales italianos de control, inteligencia y agresividad táctica.
Este resurgir no es sólo de estilo. En las Eliminatorias y en la Nations League, Italia ha demostrado superioridad constante. La solidez defensiva sigue presente, pero ahora es punto de partida, no refugio.
El cambio alemán ha sido tanto filosófico como estructural. Tras la decepción del Mundial 2022 y la Euro 2024, la DFB confió en Julian Nagelsmann como seleccionador fijo. Su misión: modernizar sin perder los fundamentos del fútbol alemán — orden, presión y verticalidad.
Nagelsmann ha fusionado el gegenpressing con mecanismos ofensivos fluidos. El equipo funciona mediante automatismos, con jugadores que entienden zonas y secuencias más que posiciones fijas. Esto genera una estructura adaptable, proactiva y moderna.
Con jóvenes como Florian Wirtz y Jamal Musiala, Alemania ha ganado movilidad y creatividad. Actúan entre líneas, con técnica, visión y velocidad, evocando el espíritu libre de la generación campeona en 2014, pero con mayor imprevisibilidad.
La defensa alemana se adelanta agresivamente. Antonio Rüdiger rompe líneas, mientras que Joshua Kimmich actúa como lateral invertido cuando es necesario. Esto libera espacio para que extremos y mediocentros se asocien.
El doble pivote, con jugadores como Emre Can o Pascal Groß, protege al equipo sin comprometer la circulación del balón. Alemania ha recuperado su esencia convirtiendo el orden táctico en ventaja competitiva.
En la Nations League 2025, Alemania ha alternado posesión y presión alta según el contexto. Esta flexibilidad, sumada a una intensidad emocional renovada, indica que el equipo está reencontrando su estilo y espíritu.
Aunque sus enfoques difieren, Italia y Alemania comparten una meta: recuperar su protagonismo en el fútbol mundial. Ambas federaciones han entendido que la modernización no solo es táctica, sino también cultural, formativa y estructural.
En Italia, los clubes de la Serie A apuestan cada vez más por directores técnicos con visión global y metodologías basadas en datos. Alemania, por su parte, ha reformado su academia (DFB-Akademie) para formar jugadores más autónomos y conscientes del espacio.
Ambas selecciones siguen fieles a sus raíces. Italia mantiene su enfoque estratégico y defensivo; Alemania, su intensidad y organización. La diferencia actual es que ahora innovan con confianza, sin seguir modas externas.
La identidad táctica que se construye hoy marcará el futuro del fútbol europeo. Los jóvenes italianos deben dominar la técnica y la inteligencia posicional; los alemanes, ser tácticamente versátiles desde la base.
Las reformas de la UEFA en torneos juveniles y las nuevas políticas de selección reflejan este cambio. Italia y Alemania se preparan para competir hoy, pero también para dominar mañana.
En el Mundial 2026, todo apunta a que veremos a estas selecciones combinando herencia táctica y evolución contemporánea. No sólo podrían volver a lo más alto, sino también rediseñar el paradigma del fútbol internacional moderno.